Desde
la ventana he visto a mi hermano llegar de viaje con su mujer y sus hijos. Los
niños están dormidos y sus padres los suben en brazos.
Esta
imagen me trae recuerdos de otros tiempos.
Cuando
mi hermano y yo éramos pequeños, los domingos solíamos ir con mis padres a casa
de mi abuela paterna. Como yo era propensa a marearme, mis padres nos hacían
cantar, ya que así estaba entretenida y me mareaba menos. Recuerdo con
nostalgia aquellos viajes, mi hermano y yo cantando kilómetro tras kilóetro
hasta llegar a nuestro destino: la casa de mi abuela.
Después
de una tarde jugando con nuestros primos, leyendo tebeos, o dando algún paseo,
llegaba la hora de la cena, y después de la cena la hora del retorno; la vuelta
a casa.
El
regreso era distinto de la ida. Nada de cantar. En el asiento de atrás mi
hermano y yo nos hacíamos un ovillo y nos quedábamos dormidos.
Al
llegar a casa el coche se paraba. Yo me despertaba, abría a medias un ojo y lo
volvía a cerrar. Pensaba que si me
despertaba tendría que subir andando las escaleras, así que me hacía la dormida
y mi padre me subía en brazos.
Sigo
cantando en el coche, mareándome a veces, y durmiéndome siempre, pero ya nadie
me sube en brazos hasta la cama; ahora me despiertan.
Espero
algún día tener un hijo y poder subirle en brazos cuando llegue dormido de un
viaje en coche, y aunque sepa que se ha despertado y se hace el dormido, no
diré nada, le abrazaré y le llevaré a la cama, como mi padre me llevaba a mí.
Yoana
1965 - …
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