miércoles, 31 de octubre de 2012

Un mundo al reves





Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés.

José Agustín Goytisolo Gay
(1928 - 1999)

lunes, 29 de octubre de 2012

Los brazos de papá



        
Desde la ventana he visto a mi hermano llegar de viaje con su mujer y sus hijos. Los niños están dormidos y sus padres los suben en brazos.
       Esta imagen me trae recuerdos de otros tiempos.
       Cuando mi hermano y yo éramos pequeños, los domingos solíamos ir con mis padres a casa de mi abuela paterna. Como yo era propensa a marearme, mis padres nos hacían cantar, ya que así estaba entretenida y me mareaba menos. Recuerdo con nostalgia aquellos viajes, mi hermano y yo cantando kilómetro tras kilóetro hasta llegar a nuestro destino: la casa de mi abuela.
       Después de una tarde jugando con nuestros primos, leyendo tebeos, o dando algún paseo, llegaba la hora de la cena, y después de la cena la hora del retorno; la vuelta a casa.
       El regreso era distinto de la ida. Nada de cantar. En el asiento de atrás mi hermano y yo nos hacíamos un ovillo y nos quedábamos dormidos.
       Al llegar a casa el coche se paraba. Yo me despertaba, abría a medias un ojo y lo volvía  a cerrar. Pensaba que si me despertaba tendría que subir andando las escaleras, así que me hacía la dormida y mi padre me subía en brazos.
       Sigo cantando en el coche, mareándome a veces, y durmiéndome siempre, pero ya nadie me sube en brazos hasta la cama; ahora me despiertan.
       Espero algún día tener un hijo y poder subirle en brazos cuando llegue dormido de un viaje en coche, y aunque sepa que se ha despertado y se hace el dormido, no diré nada, le abrazaré y le llevaré a la cama, como mi padre me llevaba a mí.

Yoana
1965 - …

domingo, 28 de octubre de 2012

Volverán las oscuras golondrinas



   
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
      jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban            
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
      ésas... ¡no volverán!
 
  Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,               
y otra vez a la tarde, aun más hermosas,
      sus flores se abrirán;
pero aquéllas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...                 
      ésas... ¡no volverán!
 
  Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
      tal vez despertará;                        
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate:
      ¡así no te querrán!